Cuenta una leyenda indígena que Khana Chuyma, un sabio
adivino escondió de los conquistadores españoles muchos tesoros y como
recompensa el dios Sol le dejó una planta de hojas verdes que llamó “bálsamo
para el sufrimiento”. Esa planta verde, ese arbusto que crece en tierras
cálidas y húmedas a 800
 metros  sobre el nivel del mar, es la coca, que desde
épocas coloniales hace parte del ADN de los indígenas de los andes colombianos,
peruanos y bolivianos.. 
En 1994 la tierra tembló al sur de Colombia arrancando un
gigantesco bloque de hielo al Nevado del Huila que llegó a varios ríos, entre
ellos al río Paez cuyas aguas enfurecidas anegaron pueblos sembrando hambre y
desolación en varias comunidades indígenas, entre ellas a la Nasa  o Paez, de Tierradentro.
Fabiola Piñacué Achicué alcaldesa entonces del resguardo indígena de Calderas sobrevivió
a la tragedia pero no se resignó a llorarla. Pensó que aquel “bálsamo” tan
sagrado para su comunidad desde épocas ancestrales podría ser la salvación para
su pueblo si lo soñaba como un proyecto en grande y fuera de los límites de su
pueblo. Así,  se ató a su hija Amaranta a
la espalda y con su marido emigró a Bogotá. Comenzó a vender bolsitas de hoja
de coca como infusión al tiempo que cantaba sus bondades, entre las que se
cuentan el mal de altura, las migrañas y hasta “el mal de amores”. Ingresó en la Universidad  Javerianala OEA  y las Naciones Unidas
organizado en Toronto se le distinguió como una de las empresarias del mundo
indígena más destacadas. Candidata al Parlamento Andino ha representado
a organizaciones de productores de hoja de coca de América Latina en las
discusiones de Naciones Unidas sobre la despenalización de su cultivo. También se
le conoce como conferencista en diferentes foros latinoamericanos sobre la
problemática de los cultivos de uso ilícito y las alternativas de
industrialización de la hoja de coca.
No obstante, la lucha para sacar adelante esta empresa
para beneficio de su comunidad no estuvo exenta de  obstáculos. Fabiola tuvo que derribar
jurídicamente, a través de una tutela interpuesta por ella misma, las barreras
que el Instituto Nacional de 
Estupefacientes, el Ministerio de Interior y de Justicia habían construido
en torno a “la mata (planta) que mata”. 
Hoy COCA NASA se comercializa en todo el país, y el
viajero puede conseguir sus infusiones, cremas medicinales para mitigar dolores
reumáticos, lumbalgias, tendinitis;  también
galletas, refrescos energizantes Sek,  o
harina de hoja de coca en los grandes supermercados de Colombia o en el mismo
aeropuerto Internacional de El Dorado de Bogotá. Todos los beneficios obtenidos
van directamente al pueblo Nasa para 
Educación y Sanidad de todos sus miembros. De esta experiencia de
Fabiola y su reconocimiento legal por el INVIMA quedó claro que  la coca no mata. (http://vizta3d.wix.com/cocanasa#!__contenidos/quienes-somos)
Por Eleonora Sachs.
 

 
 
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